Pero cuando una persona se comía una cereza, Celestina, entonces, se ponía a llorar.
Hasta que resolvieron su problema y nunca más el rey le permitió que llorara cuando se comieran una cereza, y nunca más lloró.
Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.
Miranda Romero Garrido
No hay comentarios:
Publicar un comentario